El Papa que salía a comprar helados y tener charlas con comerciantes: Roma llora a Francisco

En las calles cercanas al Vaticano, vecinos y comerciantes lloran la partida del Papa Francisco, a quien recuerdan más como un amigo cercano que como líder de la Iglesia.

Muerte del Papa25/04/2025 AP
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En los alrededores del Vaticano, el Papa Francisco no era solo una figura espiritual o diplomática. Para muchos comerciantes y vecinos, era simplemente “Francesco”, un cliente habitual, cercano y humano. Su fallecimiento dejó un vacío profundo entre quienes llegaron a conocerlo en su faceta más cotidiana.

“Había sido nuestro cliente durante más de siete años”, contó entre lágrimas Sebastián Padrón, un heladero argentino cuya tienda está a metros del hotel Domus Santa Marta, donde Francisco eligió vivir desde que fue elegido Papa en 2013. El dulce de leche, sabor típico de su tierra natal, era su predilecto. “El recuerdo es maravilloso, por eso duele tanto”, expresó.

La decisión de Francisco de residir en el hotel en lugar del lujoso Palacio Apostólico simbolizaba su estilo: humilde, accesible, enemigo del boato. Caminaba por Roma en un auto común, entraba a ópticas y tiendas de música, hablaba con la gente y, sobre todo, no dejaba que su rol apagara su esencia.

“Conocí a un hombre sonriente y muy amable”, dijo Raniero Mancinelli, un sastre romano que le vendió la cruz pectoral sencilla que usó durante décadas. Contó, entre risas, cómo Francisco lo llamó “ladrón” en tono de broma cuando le reveló el precio de una banda cardenalicia antes del cónclave.

Luca Spiezia, dueño de una óptica en el centro histórico de Roma, también guarda un recuerdo especial: el día que “Francesco” entró a su tienda pidiendo cambiar los cristales de sus anteojos sin siquiera mencionar quién era. “Nunca te hizo sentir que estabas frente a una figura poderosa”, dijo conmovido. “Espero que esto continúe con el próximo papa”.

Hoy, quienes lo conocieron en ese entorno íntimo lo lloran y lo celebran, no solo por sus enseñanzas, sino por la cercanía que ofrecía sin esfuerzo. Un líder que, sin pretenderlo, tocó la vida de muchos con gestos simples y una humanidad que ya se extraña en las calles de Roma.

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